lunes, 16 de abril de 2007

YUCATÁN: LO PEOR ESTÀ POR VENIR

+ Despidos laborales, cosechas perdidas, epidemias, saldos del Huracán Isidoro
+ "Se nos vino Dios encima"
Daniela Rea Gómez
Octubre 2002

Del campo de batalla que era la ciudad, poco queda. No pasó más de un día para que los yucatecos comenzaran a levantar las ruinas en que se convirtió el estado al paso del huracán Isidore, el 22 de septiembre.
Forzada, la vida, vuelve a la normalidad y la rutina con su prisa: las escuelas, el trabajo, el turismo. Y aunque los yucatecos caminan bajo la lluvia y entre los escombros como si nada hubiera pasado, saben que lo peor está por venir.
Los vientos de Isidore arrancaron cultivos de pepino, maíz, frijol y rábano, ahogaron a cientos de miles de aves y ganado, quebraron caminos, tumbaron postes, destruyeron industrias.
La cosecha de este año se perdió casi en su totalidad y los despidos en las empresas ya comenzaron: los yucatecos temen que el desastre sea un pretexto para evitar la liquidación y el pago de aguinaldos.
"Para como están las cosas, en quince días viene de verdad lo duro. Ahorita recibimos ayuda pero esto se olvidará pronto y entonces sí paisano, a comenzar de nuevo", Roberto Solis Lara no tiene otra más que esperar con lo poco que el destino le permite prevenir.
Llueve sobre mojado.-
La tarde meridiana recibe a los reporteros con una tromba de más de una hora. Dicen que lleva días así, que de repente el cielo se pone gris y llueve y llueve hasta inundar la mayoría de las calles del centro.
Los yucatecos caminan como si nada, con cierta resignación se quitan los zapatos, se levantan las faldas o remangan el pantalón y continúan el camino, de vez en cuando se ven algunos turistas despistados aferrados a un impermeable para evitar la lluvia.
Por todos lados se escuchan estadísticas y al parecer eso es lo que menos les importa, lo único que quieren es retomar su vida y sentir que todo está bajo control, quieren dejar atrás las 3 horas de fila para comprar 5 barras de pan, las cuadras y cuadras de autos esperando gasolina de la cual no quieren venderles más de 100 pesos.
Y en lugar de eso, prefieren ver las cosas si no con optimismo, sí con cierta ironía. A Pedro Madera se le cayó el techo de su casa y lo cuenta como si se tratara de una broma:
- Se me vino Dios encima - la respuesta viene acompañada de una sonrisa resignada que poco a poco se transforma en carcajada
- ¿Y te da risa?
-Pues si, si me molesto me enfermo y ya bastante tengo con mi madre que se puso mal del nervio.
En la zona centro del estado el panorama se ofrece prometedor: si bien el 60% de la población aún no cuenta con energía eléctrica y servicio de agua, al menos los caminos son transitables y se puede respirar tranquilo.
Sin embargo, la zona sur colindante con Campeche sigue inundada y aún hay municipios en que las condiciones de plano obligaron al Ejército Mexicano a darlos por perdidos. Únicamente se acercan a llevar a los habitantes a los albergues, por que transitar ahí es un campo minado: remolinos, corrientes de agua, cables eléctricos rozando con el agua.
Los campos arrancados.-
El 85% del total de los cultivos en el estado se perdió con el huracán, entre cítricos, frijol, maíz, legumbres y henequén, siendo el último el más afectado, ya que con los vientos las hojas se quemaron por completo quedando inservibles.
El sur del estado colindante con Campeche, zona agrícola en su mayoría, sufrió los mayores daños por los vientos y las inundaciones. En total se estiman 120 mil hectáreas perdidas, la cosecha de este año.
Los campos perfilados por la carretera están revueltos, sucios, llenos de ramas y escombro. Rescatar lo poco que quedó, implica barbechar de nuevo los caminos: decenas de campesinos tienden sus bicicletas en la carretera y con machete en mano, cortan las ramas. Debajo de ellas, no encuentran más que rábanos, maíz, pepinos quemados.
"Ahora si que nos amoló el huracán. Lo que tenemos que hacer es limpiar los campos y sacar todo el producto podrido y esperar a que sane la tierra para volver a plantarla. Lo de este año, ya se perdió, no hay vuelta de hoja. Trabajo tenemos mucho, pero éste no se paga" la última frase de Miguel originario del municipio de Conkal a pocos minutos de Mérida, se repetirá en todas las platicas con los yucatecos.
"Ahorita como sea tenemos alimento, tenemos apoyos que nos llegan de todo el país, hay manera de resanar la falta de los productos del campo, pero cuando éstos dejen de llegar, no habrá comida. Ya comienzan a verse los costos altos de las verduras y después será peor. Lo jodido apenas empieza" dice Gilberto Pérez Maza del municipio de Baca.
Dos años para recuperar henequén.-
En la región central del estado había 5 desfibradoras de henequén de las cuales sólo una está trabajando: las otras cuatro perdieron la infraestructura y no hay planta para trabajar, cada una pagaba a 40 personas, en su mayoría de la tercera edad.
José Antonio Lara Xuffi, dueño de la Hacienda San Carlos, la única que trabaja actualmente, pensaba expandir la desfibradora y poner una tequilera. El paso de Isidore le cambió el panorama: "ahora tendremos que pensar en recuperarnos poco a poco. Afortunadamente sólo se nos voló el techo de lámina pero las máquinas siguen funcionando, lo malo es que no hay henequén y no tenemos como cubrir las 600 mil hojas semanales que trabajábamos antes".
Unos veinte señores extienden la fibra en los tendederos de sol. Se dicen afortunados porque mal que bien, siguen recibiendo pago por su trabajo, en comparación con las otras desfibradoras las cuales tienen que ser rescatadas por su misma gente si no quieren perderlas definitivamente.
Como la Santa Rita que perdió totalmente el techo y la máquina se dañó. Ahí está Felipe Xuh de 10 años, ayudando a su papá a levantar las láminas. En su escuela ya regresaron a clases, pero como dice Felipe grande, "el pretexto para no estar encerrado".
La Asociación de Desfibradoras Ejidales prevé que debido al alto índice de humedad en al menos 20 municipios, las plantaciones tarden 2 años en recuperarse.
Esta situación afectará a 3300 productores a nivel estatal quienes se quejan por la falta de entrega de los apoyos prometidos por Sagarpa.
Granjas y ranchos ahogados.-
A lo largo de los caminos que unen Mérida y los municipios, el olor a pútrido salta debajo de las ruinas que antes eran granjas de pollos.
Bardas derrumbadas, plumas regadas por doquier revueltas entre los pedazos de láminas. En la orilla de la carretera hay cientos de costales que hacen un muro impenetrable, es imposible acercarse con ese olor, agrio, a muerte.
"Estamos esperando que pasen a recoger los desechos de los animales, aquí perdimos todas las aves y lo mismo verán en las granjas de esta zona con los puercos. Las menos afectadas fueron las reses que nomás saltaban como locas cuando el huracán".
La federación prometió la creación de un fideicomiso para liberar una fianza puente de 50 millones de pesos y de acuerdo con la Asociación de Avicultores, todavía no llega la solución a las demandas.
Hasta el momento se han recogido más de 400 mil kilogramos de carne descompuesta y se ha registrado la pérdida de 70 mil cerdos.
Fredy tiene un rancho con 20 reses, unas horas antes de que arrasaran con todo los vientos, fue a encerrar a los animales en el corral, ninguna murió, solo una se escapó y aún no la recupera:
- A mi se me extravió un ganado- le dice a Gilberto, su compadre.
- Fredy, pues entonces ese ya no es ganado, es perdido- y ambos se sueltan a carcajadas mientras recorren la ruta en el taxi de Gilberto que los lleve de regreso al municipio de Baca. Atrás quedó el rancho de Fredy con la bodega derrumbada por completo, con todo el alimento para el ganado almacenado echado a perder y en un rincón, de pie una mesa con un Cristo:
"Ni siquiera nuestros ídolos se salvaron" la cruz doblada por la mitad a punto de morir quemada con las veladoras que afortunadamente se apagaron con el viento.
83 mil casas destruidas.-
El centro de Mérida se ha reestablecido casi totalmente. Las casas destrozadas ya no forman parte del paisaje que días antes era el común denominador de la ciudad.
Pero apenas uno adentra en las tripas de la Ciudad Blanca y el panorama cambia por completo, ahí donde las casas como en cualquier periferia de cualquier urbe son de cartón y láminas aún se ven indicios de devastación.
Y lo mismo sucede en el resto de los 84 municipios declarados zona de desastre. La mayoría de las casas de cemento se salvaron, pero no las de palma que parecen globos desinflados.
Estadísticas proporcionadas por gobierno del estado contabilizan cerca de 84 mil casas con algún daño, de las cuales 37% es pérdida total y el resto presenta daños mayores.
Para el rescate de las viviendas, gobierno estatal arrancó un programa con el cual los habitantes acudirán a las mesas de registro a dar los datos del material y los daños sufridos. Al tener la totalidad del registro, las autoridades verificarán casa por casa los datos y así se determinará qué ayuda se da a cada una.
Además se cuenta con un presupuesto de mil 900 millones de pesos por parte del ejecutivo federal y 450 millones extra por parte del Infonavit.
Brotes de epidemias.-
Oficialmente las autoridades no han reconocido el brote de alguna epidemia aunque la alerta sigue. Sin embargo, medios locales de comunicación informaron el pasado 4 de octubre de la muerte de un menor de edad por dengue hemorrágico. En el municipio de Ixil los habitantes hablan de brotes e infecciones gastrointestinales por el consumo de agua contaminada.
"La gente no tiene agua y está buscando en los pozos naturales pero como la piedra es porosa, el agua contaminada que viene de la superficie se filtra y ensucia la de los pozos. Si esto no se previene rápido habrá más brotes incontrolables" por lo pronto, en el municipio están trabajando con una bomba que trabaja con gasolina para sacar agua de los pozos que se suponen "limpios".
Se han repartido 2 mil litros de insecticida para acabar con el dengue, pero se estima que no se alcance a cubrir más del 50% de los 85 municipios.
Los principales brotes se prevén de dengue, cólera, enfermedades respiratorias e intestinales como la micosis.
Viene la ola de despidos.-
En el camino de Mérida a Motul hay cerca de 5 industrias de ropa y cordones. La totalidad está destruída, enormes bodegas de lámina se redujeron a basura.
Cada una daba trabajo a un promedio de 100 personas y todas fueron despedidas sin liquidación. Vecinos de las empresas escucharon rumores de que rematarán los materiales y las prendas rescatables, pero dudan si se volverán a construir.
"Este huracán vino a aliar a las empresas en punto de quiebra. Ahora sí tendrán un pretexto para despedir sin liquidar y evitarse de paso el aguinaldo" afirma Gilberto Pérez Maza frente a lo que queda de la empresa Columbia, dedicada a fabricar cordones y agujetas.
En Baca, la única empresa que se salvó fue "Bony Lingeria" que fabrica lencería para exportar a Estados Unidos. De acuerdo con Lony Sáenz, el dueño, el único daño que tuvieron fue una inundación leve en el interior de la bodega y la caída del generador de electricidad. Para no perder el mercado, rentaron en Cancún un abastecedor de corriente con un costo de 50mil pesos por 200 horas de uso y junto con otro que prestó provisionalmente la CFE mediante el programa de prioridades levantaron la producción de este año.
Hasta el momento se han perdido 70 mil empleos sin contar con los despidos que a en no más de quince días, calcula Gilberto, comenzarán a darse.
Y si a esto se le suma la falta de comida por la pérdida total de la cosecha de este año, "más nos vale que estemos confesados".
Ante un gobierno ineficiente, se organiza la sociedad civil.-
A las diez de la mañana el patio del palacio municipal de Baca, Yucatán estaba repleto de mujeres y algunos hombres. Tenían ya tres días esperando se instalaran las mesas de apoyo para la reconstrucción de la vivienda y por fin parecía acercarse la hora.
"Estamos aquí no porque confiemos en el gobierno, venimos a exigirles lo que nos toca, ya estamos cansados de mendigar la ayuda, de arrebatar la ropa, de andar entre el lodo y sin un techo porque aquí no ha dejado de llover" una mujer maya de 60 años, la primera de la fila protesta indignada e inmediatamente se acerca uno de los pocos hombres a justificar su enojo:
"Los vientos nos alteraron a todos, estuvimos como loquitos de un lado a otro sin saber qué hacer o dónde acudir a pedir ayuda, pero eso ya quedó atrás, ahora estamos más organizados porque si no nosotros, quien nos va a ayudar? del gobierno ya no podemos fiarnos, ya ve usted que siguen detendiendo las ayudas". Eduardo Martín Chan es el presidente de Damnificados, un comité municipal que acude a la capital del estado a presentar las quejas y necesidades de la gente sin esperar a que la ayuda llegue a ellos.
"No podemos esperar que las autoridades hagan todo, porque lo harán, pero a su modo. Desde que nos organizamos las despensas llegaron y poco a poco comienzan a trabajar en la reactivación de electricidad, sin embargo el ánimo no se levanta del todo, hay muchos inconformes porque sabemos que hay gente con mala voluntad más arriba de nosotros".
Y es que los abusos se dejaron venir como secuela del huracán. En todos los municipios se escuchan quejas de cómo hay irregularidades en la distribución no sólo de alimentos y agua, también de recepción en albergues.
Un grupo de estudiantes del colegio de Bachilleres de Mérida reunieron ropa en buen estado para distribuirla a las comisarías de otros municipios. Cuando fueron a entregarla, platica Lucía Magaña Argaez maestra del plantel, las autoridades exigían que se les entregaran a ellos y despúes sería distribuida: "ni hablar, no confiamos pero no nos quedó otra, dos días después volvimos y la ropa seguía almacenada. La sacamos y nos fuimos al parque a repartirla".
Alejandro Moc es taxista de Puerto Progreso, mientras maneja no puede evitar que el tono de voz suba conforme va relatando su experiencia con la disribución de despensas:
"Mi esposa y yo acudimos al ayuntamiento y cuando tocó nuestro turno, la encargada miró a mi esposa con sus 7 meses de embarazo saltándole como ampolla y luego se dirigió a mi: "si quieren despensa, tienen que recoger la basura y los escombros que hay en la calle". Le dije que no había problema, yo lo hacía mientras Maura se llevaba las cosas y dijo un rotundo no. Ambos teníamos que ayudar, sin importar las condiciones de ella y los riesgos que pudiera correr con los cables de luz atravesados por la acera".
Alejandro mandó literalmente al carajo a la encargada con su escueta bolsa de despensa. Tomó de la mano a Maura y se dirigió con los vecinos de quienes ya había escuchado este tipo de irregularidades. Al día siguiente fueron a denunciar ante el alcalde ese tipo de actitudes: "ultimadamente, esto es algo a lo que tenemos derecho, no estamos mendigando nada".
Los muertos de todos.-
Cuando Roberto Ceballos regresó a Mérida un día después de que Isidore peinara casi la totalidad del estado, se enfrentó con un montón de muros caídos y una acera desaparecida en la calle 53 donde hacía menos de 36 horas su casa estaba de pie.
No hizo nada, ni siquiera trató de localizar a su familia. Simplemente, derrotado, brincó la zona de guerra en que habían terminado tantos años de todo para nada y se suicidó.
Las mujeres en el autobús urbano hablan de él como si fuera una leyenda, de él y de los hasta ahora 16 muertos que se ha llevado el huracán.
Hablan de él y del electrocutado, del ahogado, del que quedó bajo los escombros, del que por ir a salvar a sus reses quedó atrapado entre un poste y la carretera. Y se lamentan.
Y después suspiran agradecidas de que ninguno de ellos sea más que una leyenda, más que un número. Aunque Roberto Ceballos no esté entre en las estadísticas de pérdidas humanas, por haber sido suicidio.
Si esto pasó con el huracán...
En su taxi colectivo forrado de peluche, Gilberto Pérez ha recorrido más de 70 veces el camino de Mérida a Motul desde que pasó el huracán. Las caras son las mismas, los problemas iguales para todos, las historias terminan en el lugar común de "no queda otra más que salir adelante" a veces con más resignación que ánimo.
Y siempre, sale a relucir una solución que haga más venideros los días: "en lo personal trato de que no me afecte tanto lo del huracán. Tengo corriente en la camioneta y mis hijos siguen viendo la tele" pero sabe que eso no es todo.
Gilberto, desde su camioneta, voltea incrédulo a ver el cielo ahora despejado y concluye: "¿Será que de verdad el meteorito terminará con todos nosotros?"

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