+ 28 muertos, saldo del accidente en zona de mercados
+ Autoridades: todos se culpan
Daniela Rea Gómez
Enero 2003
Dicen que a lo lejos se oyó como el zumbido de un avión que peina las azoteas, dicen que de cerca parecía ser el cotidiano tronar de los cohetes durante esas fechas. Parece que en los primeros instantes las tragedias se disfrazan de rutina como si se resistieran a ser reconocidas.
El sonido del avión se convirtió en metrallas y el tradicional coheterío cimbró el suelo y los techos del mercado.
El espanto comenzaba.
El último día del año terminó antes de lo debido: un nubarrón negro emergía de las zona de mercados entre las calles Hidalgo y Cortés donde una estampida humana se dirigía al Parque Zamora en busca de refugio.
Todo comenzó a las 17:45 en un puesto de cohetes ubicado en la esquina de Juan Soto e Hidalgo, nadie sabrá con certeza qué lo provocó pero una chispa continuó en cadena hasta explotar 700 kilos de pólvora.
Todos los veracruzanos tuvieron que ver con la tragedia. Las cinco de la tarde de un 31 de diciembre es la hora típica para irónicamente hacer las llamadas "compras de pánico" y los jarochos se encontraban ya sea en sus casas o en el centro. Para algunos la angustia de localizar a sus familiares terminaría recibiendo el año nuevo en el instituto forense.
A las 17:47 la llamada de emergencia se recibió en el Cuartel de Bomberos. En ese momento ya había quince muertos que perecieron automáticamente con la explosión. Un bombero explica los tecnicismos: la onda calorífica se expande a velocidades ultrasónicas. Eso significa mil grados centígrados que son mortales de necesidad.
La tarea de sofocar el incendio se prolongaría hasta las 4 y media de la madrugada del 1 de enero, once horas, 28 muertos, 52 desaparecidos y 47 negocios dañados después.
* * *
Horas antes en esa calle soplaba el viento del norte y circulaban 7 líneas de transporte urbano. Al medio día el norte se extinguió y la Dirección de Tránsito cerró la calle a los autobuses públicos por el exceso de peatones.
Antes de las cinco de la tarde la calle ya era diferente a su aspecto habitual, después de la hora, todo estaba en los colores del desastre: rojo y gris.
Los primeros en huir fueron los mismos vendedores ambulantes conscientes de la cantidad de explosivos que había en la zona; las mujeres y los niños fueron enviados al Parque Zamora mientras que cientos de hombres se juntaban en la zona para ayudar en lo que se pudiera: cargar mangueras, remover escombros, abrir paso... limitados en un principio a solo ver de lejos porque el lugar se había convertido prácticamente en una hoguera imposible de circular.
Los bomberos caminaban entre los escombros calcinados donde no se distinguían seres humanos de objetos, al fin y al cabo materia inanimada y la urgencia era apagar el fuego.
¡Corran, corran que nos está llevando la chingada! Pero el estruendo de los cohetes superaba el pavor de la gente y la obligaba a buscar refugio en cualquier lugar. Eso sucedió con las 13 personas que entraron a "El Armario", un local de comercio establecido con cierta tradición que vendía ropa a bajo precio.
El local pasó de ser un posible refugio a un horno para humanos donde perecieron atrapados detrás de las cortinas metálicas las 13 personas entre empleadas de la tienda y compradores.
Los cuerpos fueron encontrados acurrucados en el baño al fondo del local intentando protegerse del fuego abriendo las llaves de la regadera. Cuatro cuerpos femeninos estaban cubiertos por el de un hombre quien al parecer murió intentando protegerlas.
En el mismo local se encontró el cuerpo de un menor de diez años de edad en posición fetal detrás de una gaveta de fierro.
Integrantes de la sexta Región Militar acordonaron al menos cinco calles adyacentes al lugar del siniestro ante el riesgo de que el fuego se propagara, además de desalojar a locatarios y clientes del mercado y del resto de establecimientos ambulantes.
A la zona del desastre llegaron reporteros de distintos medios locales media hora después de la primera explosión, se encontraban en un bar de los portales del Zócalo brindando con el alcalde José Ramón Gutiérrez de Velazco, el trabajo en esos momentos se limitaba a fotografiar desde las orillas y a especular la cantidad de muertos, heridos y pérdidas económicas; nadie sabía con certeza cuántos habían perecido porque los cuerpos se veían salpicados por toda la calle.
Tres horas después de comenzado el incendio, el cuerpo de bomberos se quedó sin agua y a pesar de que pipas de CRAS, Apiver y particulares llegaban a lugar a surtir de líquido, las altas temperaturas y el suelo que presentaba ya graves fracturas impedían el ingreso de los transportes.
En este momento se formó una larga cadena humana que cargaba sobre sus hombros mangueras con una capacidad de mil galones por minuto para llevarlas hacia las pipas: señores y jóvenes con el rostro cubierto por sus playeras y con la espalda enardecida, agotados, de pie sin titubear siquiera un instante.
Mientras, elementos de la policía Intermunicipal Veracruz-Boca del Río quienes continuaban con los decomisos, llenaron una camioneta de la institución con cohetes y explosivos y cuando pretendían salir de la calle Hidalgo una chispa saltó hacia la caja detonando los 50 kilos que ahí llevaban. El automóvil siguió avanzando hasta llegar con un grupo de bomberos quienes lo recibieron con mangueras para evitar que explotara por completo.
Ambulancias de la Cruz Roja y Cruz Ámbar regresaban continuamente para dar auxilio a los voluntarios quienes presentaban altos grados de intoxicación a causa del humo y la pólvora y para atender los ataques de histeria de vecinos y habitantes en general que se acercaban a la zona para buscar a sus familiares.
A la 1:50 de la madrugada la mayor parte del fuego había sido controlado y el escenario se formaba de esqueletos de negocios y puestos ambulantes, de paredes tiznadas y cuerpos sonámbulos sostenidos solo por la desesperación y el asombro de tener la muerte frente a ellos.
El comandante de Bomberos Carlos Bazáñez Limón agradeció al grupo de auxilio Alfa el apoyo y les informó que podían retirarse, ya no había mucho por hacer, sólo esperar al peritaje para transportar a los cuerpos a forense.
Y la primer reincidencia de fuego sacudió a voluntarios y grupos de rescate que daban apenas un respiro: la zapatería "La Luna" ubicada frente al centro de la explosión se prendió por completo llevando las llamas hasta la bodega del local dos pisos más arriba. Ya se habían tirado cien mil litros de agua y la construcción no se apagaba: "las temperaturas en un incendio siempre son más altas en la parte superior y nosotros no teníamos como subir, las escaleras y estantes de lámina se escurrían por el calor, ardían frente a nosotros sin darnos más opción que tratar de apagarlos desde abajo".
Dos horas después el grupo de bomberos de Veracruz dio por concluida la tarea de rescate de la peor tragedia sucedida en Veracruz en el último siglo.
"Ya estábamos de regreso en el cuartel cuando recibimos otra llamada de emergencia, el fuego no había cesado".
Esta segunda reincidencia de incendio se dio en el local "El Armario", los bomberos, voluntarios y personal de la policía Intermunicipal, marina y militares se movían entre los charcos de agua y tizne buscando hilos de humo que pudieran representar fuego.
A las 4 y media de la madrugada, once horas después del inicio de la explosión se dio por concluido el incendio.
Las víctimas.-
Corrían las 6 de la mañana y Nohemí Velasco Hernández de 17 años se alistaba para irse a laborar como empleada de un puesto ambulante donde vendía artículos de limpieza en la calle Juan Soto esquina Hidalgo.
Sus padres, Gerardo Velasco y Concepción Hernández aseguran que no tenía necesidad de trabajar, porque mantienen una economía estable pero amigos de ella en los puestos dicen que Nohemí tenía un novio en el mercado y por eso su insistencia de trabajar.
Ese día la esperaban alrededor de las 6 de la tarde y no sería hasta un día después cuando reconocieron el cadáver a las 7 de las noche: "supimos que era ella por un anillo de oro en forma de tortuguita, porque el cuerpo estaba completamente destrozado".
La familia de Hotensia de la Cruz Flores de 8 años de edad, vive de la venta de jamaica y ajo en la calle. Ese día, la menor le había pedido a su mamá unos huaraches para estrenar el último del año "me los merezco –le insistió- porque todos los días lavo los trastes y barro la casa".
Y ambas se fueron al mercado y la hora en que todo mundo huía del fuego, la niña se le soltó de las manos, se perdió y murió. Pero eso no lo reconocería Marcela Flores, su madre, hasta 7 días después de la explosión quien se negaba a aceptar que el cuerpo carbonizado fuera su hija.
Sin otra posibilidad más para sobrevivir, el esposo de Evangelina López Cerón se fue al norte a trabajar de indocumentado y el dos de enero tuvo que volver. Su esposa dejó a tres niños huérfanos de 5, 8 y 11 años de edad.
Las niñas de Candelaria Chacha Mendoza aún no saben que su madre falleció en el incendio, Jonatan, su esposo, aún no sabe como decirle a las tres menores de 5,7, y 9 que su mamá ya murió. Dicen que sus últimas palabras fueron: "Flor, Haydé y Martiza" los nombres de sus hijas.
El teléfono celular de Marlene Duarte Miro de 15 años estaba sonando a las 5 y media de la tarde el 31 de diciembre. Era su papá para preguntarle a qué hora iba a volver. Ni siquiera lo alcanzó a contestar. El cuerpo fue identificado la noche del 31. El aparato seguía guardado en su pantalón.
Iván es el último de los 35 heridos que aún permanece internado en terapia intensiva en el hospital. Tiene destrozada la tráquea y los pulmones perforados por respirar durante tanto tiempo los gases del incendio y la pólvora. El sólo se arrastró debajo de un puesto ambulante para sacar a una niña atorada que tenía el vestido incendiado. Iván tiene apenas un mes de casado.
Los héroes anónimos.-
"Yo no hice más de lo que cualquier persona hubiera hecho al ver a su ciudad de rodillas". Juan Miguel Morales Prado permaneció en la zona de mercados hasta las 7 de la mañana del primero de enero buscando más víctimas debajo de los escombros.
Fueron unas cincuenta las personas que saltaron la valla impuesta por militares para ayudar en lo que fuera necesario, y como reconocen los cuerpos de rescate, sin ellos la tragedia hubiera sido mucho mayor.
Juan Miguel trabaja como cargador en el Mercado Hidalgo, tiene 18 años y el 31 de diciembre al momento de la explosión iba camino a su casa para descansar. No pudo hacerlo, la cortina de humo que divisó a tres cuadras de distancia lo dejaron pasmado unos instantes y en seguida corrió de regreso.
"Fue el puro morbo al principio" reconoce "pero ver a la gente sin rostro por el espanto correr de un lado a otro sin saber qué hacer, ver a las mujeres arrastrándose entre las llamas para recuperar a sus hijos me obligó a permanecer ahí para ayudar en lo que se pudiera".
La primer persona a la que se acercó fue a una anciana tirada en el suelo sin poder levantarse que sólo gritaba por su hijo, al parecer se había tropezado al momento de huir y no podía mover las piernas.
Juan Miguel la cargó y la llevó hasta el parque Zamora a dos cuadras de distancia. Desde ese momento no pararía hasta la mañana siguiente.
No había ni siquiera agua para tomar, salvo una fuga que brotaba en el suelo a escasos metros del "Armario" donde los voluntarios mojaban las playeras para cubrirse y se enjuagaban el cuerpo calmando así el ardor.
A las siete de la mañana ya no había nada por hacer. Juan Miguel se retiró a su casa donde se encontró con una madre enferma de pensar que él pudo haber muerto, porque no regresó a la hora que había dicho.
Autoridades: todos se acusan.-
Una de las primeras autoridades que se presentó en el lugar de los hechos fue el alcalde porteño José Ramón Gutiérrez de Velazco Hoyos lanzando declaraciones como defensa, antes de que cualquier acusación lo señalara:
"Nosotros enviamos una denuncia el pasado 23 de diciembre a la Procuraduría General de la República especificando domicilios que funcionaban como bodegas y ellos no actuaron, incluso presentamos una querella esa misma fecha ante el Ministerio Público. Ambos departamentos lo sabían porque lo denunciamos en su momento".
Además recordó a las autoridades los operativos realizados por su administración los días 6, 10, 11 y 13 de septiembre donde se decomisaron apenas kilos de explosivos.
Rechazó que el asunto se le haya escapado de las manos pues el municipio carece de los mecanismos legales para tomar cartas en el asunto porque se trata de un delito federal regido por la Ley de Explosivos y Armas de Fuego.
"Los comerciantes se resistieron a un decomiso de artefactos con pólvora organizado por el ayuntamiento y auxiliado por la Policía Intermunicipal, argumentaron que violábamos sus derechos humanos y agredieron a los cuerpos de seguridad pública con piedras y palos".
En tanto, la Procuraduría General de la República delegación Veracruz a cargo de Francisco Martín Camberos, argumentó que su dependencia no pudo dar seguimiento a la denuncia presentada –integrada en el acta 355/2002 de la mesa 6- porque había "imprecisiones" en ella, tales como domicilios inexistentes.
Y a través de la dirección de Comunicación Social señaló que la PGR atendió en coordinación con autoridades federales y estatales cinco denuncias de almacenamiento de material pirotécnico decomisando 2 toneladas de explosivos.
Dos días después, el ayuntamiento emprendió una revisión de los domicilios presentados en la denuncia enviada a la PGR y logró decomisar, acompañado del Ejército Mexicano, autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado y de la Policía intermunicipal, mil 200 kilogramos de cohetones en el domicilio Callejón 18 de Marzo No. 106 interior 6.
Por su parte, la iniciativa privada representada por la Cámara Nacional del Comercio en su delegación Veracruz cuyo titular es Benito Requejo, acusó abiertamente ante los medios de comunicación al ayuntamiento porteño por no controlar nunca el problema del ambulantaje, además de que exigió la destitución de Yari Garduza, directora de comercio informal así como la desaparición de esta dependencia.
La primer obra pública del año dirigida por José Ramón, sería tapar el cráter que la explosión dejó en la esquina de Juan Soto e Hidalgo.
Salen bajo fianza los detenidos.-
Hasta este momento, el gobierno del estado solamente se había representado por la Secretaría de Seguridad Pública, causando ello indignación y especulación por parte de los ciudadanos al desconocer el paradero del gobernador.
Cuarenta y ocho horas después del accidente apareció por fin Miguel Alemán Velazco jefe del ejecutivo federal. A manera de rumor, la prensa se enteró de que el gobernador visitaría la zona de desastre el 2 de enero a las 5 de la tarde. Llegó hora y media después, luego de que un gran operativo de policía intermunicipal bloqueó las calles aledañas al mercado evitando el paso de la gente, incluso reporteros tuvieron que presentar en más de seis ocasiones su acreditación para acceder al lugar.
Acompañado del alcalde y el secretario de Seguridad Pública, el gobernador se paró en la esquina de Hidalgo y Juan Soto, observó unos minutos las paredes calcinadas y cruzó la calle hacia la contra esquina.
Todos los reporteros lo perseguían sin causar en él mayor provocación hasta que los empujones y las preguntas gritadas al aire le obligaron a detenerse.
-Por qué hasta ahorita?
- No vine antes porque estaba de vacaciones y el fin de año lo paso con mi familia
- Pero siguió festejando a pesar de lo que sucedió
- No festejaba, estaba con mi familia y ustedes, como medios de comunicación, no deben criticar al gobernador, si está o no está, porque no sé cuando vaya a explotar un mercado, no puedo estar en todas partes. Yo no soy bombero.
Eso fue todo. No más de cinco minutos después de su llegada se retiró. Esa es la primera y última vez que el jefe del ejecutivo estatal dio declaraciones al respecto.
Se abrieron dos líneas de investigación en torno al caso, una de ellas por el Agente Sexto del Ministerio Público, Ignacio Avilés Verde, quien por órdenes de la PGJ inició la investigación correspondiente a los daños y causas de la explosión bajo el oficio 1388/2002; en un primer informe se registraron 28 cadáveres de gente adulta y niños, 35 lesionados, 52 desaparecidos, 47 puestos ambulantes perdidos y 10 locales comerciales dañados.
Los heridos, quemados, asfixiados e intoxicados fueron enviados a los Hospitales de la Cruz Roja, del IMSS, del Hospital Naval y el Regional de Veracruz.
La Procuraduría General de la República por su parte, atrajo parcialmente la investigación y se abocó a evaluar la violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos por la venta ilegal de productos elaborados con pólvora, esto de acuerdo con Gilberto Higuera Bernal, subprocurador de Procedimientos Penales.
Hasta el momento se han detenido a cinco presuntos responsables de la explosión a quienes se les acusa de tener bodegas clandestinas de juegos pirotécnicos, los inculpados consignados por la Agencia Sexta del MP son Luis Alberto Gutiérrez Tejeda, Hilario de Jesús Sánchez Cruz a quienes se les decomisaron 40 kilos de pólvora el día del incidente; Jorge Galindo Cantarell quien presuntamente habría iniciado el incendio al hacer estallar unos cohetes, Jesús Emanuel Noriega Hernández y Julio Flores Flores.
Todos los expedientes se agregaron a la averiguación 1388/2002 y todos ellos salieron en libertad bajo fianza pagando 25 mil pesos cada uno.
Todo está bien, sigan trabajando.-
Están ciscados. Cualquier palabra o insinuación que les suene a "permisos, explosión, ayuntamiento" los espanta y en seguida comienzan a evadir la plática.
Y es de entenderse. Desde la explosión, declaraciones y acciones de las autoridades han sido dirigidas contra los vendedores quienes reconocen hubo "tranzas" durante las fiscalizaciones.
Los ambulantes empadronados por el ayuntamiento de Veracruz se encuentran reubicados en el Parque Zamora y los que no, prófugos, como lo reconocen sus mismos compañeros, a causa de la venta de juegos pirotécnicos.
Y al momento de rendir cuentas y repartir responsabilidades "a nosotros también nos corresponde nuestra parte" acepta una vendedora quien se hizo llamar "Rosa" por seguridad propia.
"Teníamos que trabajar y necesitábamos encontrar la manera de estar todos en paz. La encontramos, ya saben como, con dinero baila el perro como dicen y pues en nuestro caso, calló la autoridad".
Rosa tenía un puesto de estropajos y esponjas para trastes pero las ventas no pasaban de los 80, 100 pesos al día y a mediados de septiembre, relata, el rumor de la venta de cohetes comenzó a circular entre los mismos vendedores.
"Al principio nadie se animaba por eso de que está prohibido pero poco a poco nos fuimos convenciendo de que íbamos a encontrar la manera de arreglarlo con las autoridades. La parte de la tragedia nunca pasó por nuestra mente".
Y así adquirió la cantidad de 10 kilos de juegos pirotécnicos, pero no los sacó a la venta hasta por ahí del 13 de diciembre cuando los otros vendedores comenzaron a descararse.
Su puesto de estropajos ubicado en la esquina de Cortés y Bravo fue reacomodado: el fondo del carro estaba relleno de los cohetes y alrededor, colgados de una reja, se exhibían los artículos de limpieza.
"Cuando eran los operativos no había de otra más que correr con la mercancía antes de que nos chingaran, pero cuando no, cuando sólo transitaban por ahí los inspectores de comercio informal no había nada que esconder, a lo mucho bajar las rejas de estropajos y tapar la mercancía, ellos nunca escarbaban, no lo permitíamos".
Está nerviosa y evade muchas de las preguntas, como la cantidad de dinero que era entregada, las veces que lo hizo y el nombre del inspector que lo recibía. Rosa sacaba el dinero, lo entregaba al inspector y sólo bastaba escuchar de su boca "sigan trabajando" pasa saber que todo estaba bien, hasta la siguiente visita.
"La gente es terca, los vendedores somos tercos y en este desmadre, ambas parte aprendimos a convivir".
Otra vendedora de nombre Alicia Galvez quien comercia con hilos, agujas y juguetes, ahora reubicada en el parque Zamora junto a la caseta de Policía, acepta que muchos de los ambulantes sin explosivos toleraban los negocios de los otros: "no les decíamos nada porque pues en mi caso por ejemplo, no representaban competencia. Las discusiones entre nosotros comenzaron cuando algunos líderes abusaron y acomodaron puestos de cohetes entre los nuestros".
El caso por ejemplo de "Irene" (en la averiguación previa 1388/2002/VI del Ministerio Público aparece el nombre de Irene Aragón líder de ambulantes quien presuntamente protege al prófugo vendedor Silvestre Diego Domínguez) quien de acuerdo con Alicia comenzó a traer gente de otros poblados e instaló 10 puestos pequeños de cohetes.
"Ella fue lista, al momento del desmadre se fue corriendo y dejó a los pobres que había traído de lejos para vender con todo el lío encima".
Ninguno de los 300 vendedores ambulantes ubicados alrededor de la zona de mercados tenían permiso a pesar de estar empadronados.
Alicia estaba ubicada cerca de la esquina de Cortés y Bravo desde 1981: "nosotros sólo tenemos los permisos que nos dieron las pasadas administraciones priistas, porque ni siquiera los dos alcaldes panistas antes de Joserra nos los otorgaron y este pues menos los quiso actualizar".
Sin embargo, de acuerdo con Carlos Camacho, ahora director de Comercio, había consideración del ayuntamiento para permitirles vender siempre y cuando no se tratara de mercancía pirata como los discos compactos y explosivos.
De hecho, los operativos realizados por la autoridad municipal eran con el único objetivo de decomisar la mercancía prohibida y de retirar los puestos que se instalaron sobre el arroyo vehicular, que en la mayoría de las veces ni siquiera contaban con padrón.
"Eran vendedores oportunos que aprovechaban la temporada para hacer negocio y los mismos ambulantes nos solicitaban que los retiráramos pues limitaban su capacidad de venta y no contaban con antigüedad como ellos".
Por eso se realizaron cuatro operativos durante el mes de diciembre los días 4, 8, 11 y 18 y los días 2, 3, 4 y 5 de enero donde se lograron desalojar 100 puestos ambulantes y decomisar 5 toneladas de explosivos, así como el aseguramiento de 13 bodegas clandestinas.
Hasta el momento la Dirección de Comercio afirma que todas las acusaciones por parte de los vendedores ambulantes hacia los inspectores por corrupción han sido "al aire" y afirma que no se ha comprobado nada a nadie.
"Vamos a investigar a todo el personal del ayuntamiento, desde inspectores hasta directivos, estamos en un proceso de reorganización en todas las áreas -acaba de desaparecer la Dirección de Comercio Informal cuya titular era Yari Garduza- de limpieza".
En caso de encontrarse culpable a algún inspector, el ayuntamiento, asegura, lo destituirá automáticamente de su cargo y ejercerá acción penal en su contra.
Los muertos de todos.-
Es cierto, son rumores, pero cada vez más insistentes. La verdad de que el accidente del pasado 31 de diciembre en el mercado Hidalgo haya dejado tan solo 28 muertos es cada vez más cuestionable. Y más aún cuando los rumores, "sólo rumores", se entrelazan y se confirman con la desaparición de gente que estuvo en el mercado la hora y lugar de la explosión.
Para las autoridades el caso está cerrado, no hay vuelta de hoja: solo fueron 28 los cadáveres que se encontraron en la zona, incluso hasta un día después cuando continuó con la búsqueda de cuerpos, 15 esparcidos en la calle Hidalgo y 13 más encerrados tras la cortina de la tienda "El Armario".
Peritos de la Procuraduría General de Justicia aseguran que "hasta colaron" las cenizas esparcidas en el suelo para encontrar cualquier pieza que pudiera comprobar la existencia de más cuerpos y cuando dos días después de la explosión se encontró el pie de un menor de edad, aseguraron que era la pieza que le faltaba a uno de los cadáveres, específicamente al de Juan Carlos Marin Medina de 10 años de edad originario de la comunidad El Pando.
La lista de desaparecidos que se registró en el Módulo de Atención instalado en la caseta de policía del parque Zamora con motivo del incidente, desapareció irónicamente porque de acuerdo con Jaime Téllez Marie, coordinador de la Policía Intermunicipal Veracruz-Boca del Río se volvió "un chiste".
Muchachitas que se fugaron con el novio, jóvenes que andaban de jarra, personas que ni siquiera existen fueron denunciados hasta llegar a juntar una lista de 52 supuestos desaparecidos.
En un principio se indicó que esa lista sería "pasada" a la Agencia Sexta del Ministerio Público y que cualquier aclaración al respecto se daría en esa dependencia.
Sin embargo, para el MP-6 a cargo de Ignacio Avilés las personas enlistadas no existen, sencillamente porque no son datos oficiales.
"Para que nosotros podamos reconocer que hay tantos desaparecidos necesitamos oficios que lo determinen".
Y de acuerdo con Avilés solamente se levantaron 4 denuncias por parte de familiares: una de la menor de edad Hortensia de la Cruz Flores otra a nombre de Petra Campos Triana –sus cuerpos fueron reconocidos días después del accidente entre los que quedaban en forense-, la tercera denunciando la desaparición de Norma esposa del joven Iván que se encuentra en terapia intensiva en el Hospital General y la cuarta de Rubén Campos Uscanga, los dos últimos ya aparecidos.
Los rumores comenzaron ante la sorpresa de que 700 kilos de pólvora detonados en una zona altamente circulada por peatones en donde no existían ni siquiera espacios suficientes entre los puestos y las banquetas para caminar, sólo hayan perecido 28 personas, un número increíblemente afortunado para la cantidad de gente que se encontraba ese día, a esa hora en ese lugar.
Luego vendría la sospecha de que muchos de los desaparecidos pudieron haber quedado hechos polvo, versión que niegan peritos especializados en explosiones "el cuerpo humano no puede desaparecer por completo, quedan al menos las grasas impregnadas en el suelo y los huesos de la cadera que son los que más tardan en desintegrarse". Sin embargo la temperatura se incrementó hasta los mil grados centígrados durante más de 9 horas en algunas zonas. Carlos Basañez Limón comandante del cuerpo de Bomberos, opina que sí es posible que haya muerto gente calcinada "pero nunca lo sabremos".
Durante toda la madrugada del primero de enero, las personas que resultaron heridas –ya sea por quemaduras, intoxicaciones o ataques de histeria- eran canalizadas a los principales hospitales de la ciudad como el IMSS de Cuahutémoc, el General y el Naval y según comentarios de enfermeros y trabajadores del Seguro Social, en las primeras horas del primero de enero se habían contabilizado 42 muertos: "nos llegaron reportes de que había más de 40 muertos y horas después, antes de amanecer se nos avisó de dos más".
Y lo más grave de todo: un estudiante de la carrera de Medicina Forense, estuvo de guardia en el Instituto el día del accidente. De acuerdo con su relato, los cuerpos comenzaron a llegar y llegar al edificio ubicado en la calle Juan Pablo II esquina Reyes Heroles. Él y los demás médicos forenses recibían los cadáveres, unos reconocibles otros completamente carbonizados.
De pronto la orden los sacudió, así como casi nunca sucede con quien está acostumbrado a la frialdad de las cosas:
-Hasta aquí, los demás échenlos al horno común.
Los demás, claro está, cuya apariencia estuviera más deteriorada, irreconocible.
¿No te provocó nada echarlos al horno común? No pensaste que esta gente tiene familia y que seguramente ellos preferirían saber que están muertos a la incertidumbre que mata?
Si, pero órdenes son órdenes. Yo he visto muchas cosas, una más ya no me sorprendería.
Él, después sacaría sus propias conclusiones: "tal vez tenga que ver con el presupuesto que gobierno del estado destinó para los velorios, tal vez un número mayor de muertos incrementaría la gravedad del asunto y evidenciaría la falta de control de las autoridades para gobernar".
Ni la PIVB, ni la PGJ en la subprocuraduría estatal ni el MP guardaron la lista de extraviados que estaba en el módulo del Parque Zamora, desaparecieron a los desaparecidos.
La actitud de las autoridades al solicitarles el nombre de las personas que aún no se encontraban era evidente: "¿para qué siguen buscando esa lista? Se publicó en los periódicos y a fin de cuentas todo resultó un chiste. Al menos nosotros ya nos desentendimos de ella".
Pero había quienes no.
La mañana del siete de enero el señor Samuel Contreras Robson acompañado de su hijastra Gabriela Campos Trina de 16 años de edad acudieron al Parque Zamora a solicitar informes:
-La lista ya no existe- le respondió la policía a cargo
-¿Qué ya encontraron a todos los desaparecidos?- preguntó indignada Gabriela.
No, ni siquiera los habían buscado. Los datos se habían perdido en algún archivo de la computadora que a nadie le interesaba recuperar.
-Pero mi hijo no aparece- insistió Samuel
-Cualquier aclaración acuda al MP.
Y Samuel acudió ante la Agencia Sexta donde había declarado el dos de enero la desaparición de su esposa Petra Campos Triana y de su hijastro Oscar Daniel Campos Triana de 11 años de edad, misma que originó el expediente 15/2003.
Samuel Contreras Robson acudió el 3 de enero a declarar el reconocimiento del cuerpo de su esposa Petra Campos Triana y en esa misma ocasión anunció a las autoridades que su hijastro no había aparecido y ya no había cuerpos por reconocer en forense.
El 30 de diciembre, Oscar Daniel no durmió en su casa porque se había ido a jugar con sus primos. El 31 en la mañana llegó a su domicilio ubicado en la calle La Nación lote no. 9 en la colonia Fernando Gutiérrez Barrios del municipio de Boca del Río. Su madre se había ido a trabajar a una lavandería cerca del estadio Luis Pirata Fuente con su hermana.
Samuel le avisó que su mamá había dejado dicho que lo alcanzara en el trabajo antes de las 2, es la hora a la que salía. Después de eso, Oscar Daniel junto con sus primos se pusieron a hacer al "viejo" para despedir el 2002.
A la 1:30 la alcanzó y se fueron los tres –el niño, la madre y la tía- a Chedraui centro a completar las compras para la cena. Al salir del centro comercial la tía se despidió de ellos y los dos continuaron sus compras en el mercado Hidalgo porque hacían falta tortillas y los cohetes para quemar al viejo.
Cuando Samuel se enteró del accidente y vio que sus familiares no regresaban, salió a las 10 de la noche a buscarlos a los hospitales hasta las 4 de la mañana. Como no tuvo respuesta continuó la búsqueda el primero de enero a las 6 de la mañana. Un día después los denunciaría como desaparecidos ante el MP. El 3 de enero reconocería el cuerpo de su esposa por un pedazo de pantalón de mezclilla y de ropa interior roja que conservaba el cadáver, para la buena suerte del año nuevo. Hasta la fecha Oscar Daniel no ha aparecido.
El menor tiene dos hermanas, Gabriela y Adriana de 16 y 11 años, estudia cuarto de primaria en la escuela Enrique Rexamen, nació el 27 de agosto de 1991.
La hermana mayor le redactó una carta al gobernador del estado donde le solicita ayuda y honestidad para encontrar a su hermano, la respuesta fue enviarles ayuda económica y la posibilidad de conseguirles becas para seguir estudiando, también la promesa de buscarlo, "hasta les entregamos una foto de él para que lo reconocieran" afirma.
Las hermanas niegan la posibilidad de que Oscar se haya ido a algún otro con familiares: "no tenemos a nadie fuera de Veracruz, hemos estado en contacto con todos además él era un niño de casa".
"Si el "Chompi" -como le apodaban- está muerto, que aparezca su cuerpo, porque él desapareció ahí" exige Samuel.
Los familiares sienten que aún está vivo pero reconocen, a fin de cuentas, lo que uno suelta al último es la esperanza. La búsqueda está al día y se darán de tiempo un mes para encontrarlo "podríamos esperar toda la vida, pero moriríamos en el intento" dice Gabriela.
Usted cree que las autoridades hayan escondido cuerpos?
Si, pero no quiero creer que sea el de él.
lunes, 16 de abril de 2007
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