+ "Si ya esperaron 70 años con el PRI, nada cuesta esperar 20 más con el PAN".
+"Desde hace un año ya no hay medicamentos"
Daniela Rea Gómez , Sierra de Zongolica, Ver., enviada
26 de agosto 2002
Periódico Imagen de Veracruz
Más allá del desengaño oficial y del desencanto de que algún día se haga justicia para ellos, el pueblo de Tepenacaxtla dejó de creer en Dios, cuando su abandono los obligó a renunciar a la vida.
La mañana se abre despacio con las nubes que desaparecen y permiten se dibujen los cerros alrededor. Los montes verdes salpicados de flores y frutos alucinantes contrastan con los rostros secos y quemados de su gente. La capilla erguida en la cima del pueblo se ve cada vez más vacía y el único movimiento en su interior es el bailar de una vela en la pared.
Resignación, eso lo dice todo. "Ahora si ya no tenemos nada" y esta sentencia supera por mucho los lugares comunes de hambre, miseria, muerte y desolación.
Tres horas de camino desde Zongolica y dos más en bestia por las estrías de la sierra, separan la realidad de un gobierno que asegura actuar y un pueblo que se está muriendo sin que lo registren siquiera las estadísticas.
Esta es la historia de Tepenacaxtla y de cómo el pueblo dejó de creer en Dios.
El desencanto.-
A las seis de la mañana apenas y se puede distinguir a través de la neblina lo que hay dos metros más adelante, pero hay suficiente luz para iniciar la faena. Entonces niños, adultos y ancianos, todos disfrazados de hombres, se levantan de las tablas y del petate, comen algo de tortillas con frijoles, le dan un trago al café y casi de manera automática se dirigen a la carretera a esperar la carga.
Tienen más de dos semanas haciendo lo mismo: están construyendo una tubería que les facilite el acarreo de agua, la cual hasta este momento sólo se obtiene bajando el cerro enlodado durante dos horas y regresando por el mismo lugar con 40 litros de peso a cuestas, yendo y viniendo, yendo y viniendo, hasta que se les acabe el día.
El sendero que trepa hacia Tepenacaxtla se esconde a la orilla del camino por donde pasa el camión Adela. Nadie, salvo los lugareños, saben que ese es el recorrido para llegar a un pueblo que se dice está peleado con Dios.
Desde Coapapinopa (Acuapa le llaman los habitantes) van como hormigas a tientas mientras sale la luz, despacio, titubeando con un tubo que mide casi 7 metros y pesa poco más de 40 kilos enrollando tan solo un trapo en el hombro para amortiguar el dolor. La humedad en la tierra dificulta el andar, un paso puede hundirlos en el lodo o resbalarlos por las piedras.
Y sin embargo no hay voces de protesta. Taurino Kalihua, de 55 años de edad, dice que es porque nadie las escucha, "callamos desde hace mucho tiempo. La última vez que hablamos fue cuando vino el que ahora es presidente (José Crispin Hernández Romero, de Acción Nacional) y andaba en eso de las campañas, luego de haber escuchado todas nuestras peticiones el hombre sudado sin aguantar un paso más nos dijo: "Si ya esperaron 70 años con el PRI, nada les cuesta esperar 20 más con el PAN" hasta nos reímos de tristeza y a nadie le quedaron ganas de hablar, para qué?".
A esta resignación se suma la búsqueda desesperada de un Dios: en los últimos dos años la comunidad de casi mil habitantes se ha repartido en 4 religiones distintas (católicos, testigos de Jehová, pentecosteces y de la iglesia del Buen Pastor) todas ellas importadas por quienes se van a las ciudades o al norte a trabajar.
Los cafetales no pasan de ser huertitas familiares. Desde la caída del precio la gente ha tenido que buscar otras formas de alargar la existencia "porque a esto no le podemos llamar vivir" interviene Olivia Atahua, y así de cada 10 familias, 9 tienen al menos a una persona trabajando fuera dándole oxígeno a la sierra. Ese dinero que mandan representa el 80% de los recursos que se mueven en el municipio, 15% es de la burocracia y sólo el 5% producto de la agricultura.
La educación no es garantía de estar menos peor, al menos ese es el sentir generalizado de las madres –a diferencia de los hombres ellas permanecen incrédulas ante la política de que la escolarización les traerá un mejor futuro-, quienes afirman que la única manera de salir adelante con la escuela es dejando para siempre la sierra arriesgándose a las desventajas de vivir en una ciudad, además de que los beneficios nunca traspasarán las montañas.
A los centros de salud escatimados en el municipio por parte de la Federación y de la Secretaría de Salud no tienen confianza de acudir. Olegario Cosme Atlahua padece de hernia y desde hace un año no hay medicamentos, "ni siquiera para un dolor de cabeza". Además de tener que adivinarle al día en que el médico acuda a dar consultas.
Tampoco hay fiestas. Las ancianas de Tepenacaxtla platican de cuando con un violín y una guitarra se armaban los bailes en el plano que le hace de plaza y cancha de fut, pero las borracheras terminadas en duelos les quitaron las ganas por la diversión.
Y así poco a poco el pueblo se ha quedado sin nada, sin más ganas que la muerte llegue pronto, lo antes posible.
Sin consenso para la solución.-
Los gobiernos han agotado en cada administración, sin lograrlo, las promesas de renovación en la calidad de vida de los serranos y Tepenacaxtla no es un caso aislado.
La agenda nacional se deslinda del presente que poco ha cambiado del pasado y tiende a ser más grave hacia el futuro, mostrando cifras ilusorias de desarrollo social: el gobierno no acepta la existencia de 76.8 millones de pobres (presentada por el Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México) y prefiere quedarse con el total de 53.7 millones presumida por Sedesol.
El último reporte concluido en enero pasado de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Eonómicos (OCDE) revela que el crecimiento de la economía en la segunda mitad de la década pasada fue insuficiente para mejorar los indicadores sociales de México en donde sólo se destina el 8.2% del PIB al ramo social, cuando el promedio mundial es del 20.8% (La Jornada, 9 de febrero 2002).
Y a pesar de que se reparten por parte del programa Oportunidades la cantidad de 8 millones de pesos en apoyo a los grupos vulnerables, solamente el 15% del total de la población de Zongolica tiene acceso a los recursos que en su mayoría no pasan de 150 pesos mensuales.
Y no es fácil encontrar alternativas. No existe ni siquiera un consenso para lograr el desarrollo de la región: hay quienes aún consideran apostarle al café como vehículo de progreso y quienes apagados, ven en los migrantes la solución al estancamiento de Zongolica. Lo más grave del asunto, es que la idea los seduce y cada vez son menos los argumentos para permanecer y sobrevivir a contracorriente en la sierra.
La cultura se fue olvidando y para las comunidades indígenas de la Sierra no representa más que un objeto de simulación y por tanto, de subordinación hacia otras clases sociales: "para lo único que nos sirve es para comunicarnos con los ancianos" refieren los habitantes.
El reto para todos requiere una revisión de la cultura, los valores y el emparejamiento del crecimiento económico y el desarrollo social.
La renuncia a la vida llega cuando uno es capaz de soltar la mano de Dios. En este caso, Taurino Kalihua lo resume atinadamente: "Dios pasó por aquí y lo único que hizo fue apretarnos con su puño la existencia. Por eso ya no creemos en él, porque la oportunidad de mejorar no llega y la deseamos, al menos para nuestros hijos".
lunes, 16 de abril de 2007
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